jueves, 1 de septiembre de 2011

Sonó el teléfono


 Sonó de esa manera particular en la que los teléfonos suenan cuando empieza una historia. El tercer manotazo al aparato fue el certero y con los ojos cerrados acercó el tubo a la oreja. “Hola…” dijo graznando la garganta seca de roncar.
Nada.
Ojos abiertos, carraspeo y garganta aclarada, más fuerte e interrogación: “Hola…?
Nada.
Un silencio que no se decidía del todo. Por allá, muy en el fondo, algo había. Algo. Estática.
Se incorporó en esa cama que sentía vacía desde que la tragedia se llevó a su otro ocupante. Sólo en una porción del colchón, nunca pudo estirarse al lado que fue de ella. En la oscuridad de la madrugada densa y húmeda de Rosario y frotándose los ojos con una mano, escuchó. Parecía el susurro apagado del río, el rumor lejano de una cascada. Parecía agua.
Segundos. Uno, dos pasaron hasta oír el murmullo. Continuo, monótono. Alguien, de algún lado, vomitaba en su teléfono frases, palabras monocordes que no llegaba a entender. Muy bajo, casi imperceptibles. “alguna radio que se filtre por la línea?”, pensó, “alguna conversación remota y ajena?”. No sería la primera vez.
No podía ser: “Por qué sonó el teléfono entonces?”
Hundido en estas cavilaciones, hundidas a su vez en la mente confusa de sueño, se sobresaltó al creer escuchar su nombre.
“Hola, hola…” dijo con fuerza y aguzó el oído.
Había oído bien? La voz había llamado su nombre?
Las palabras se sucedían ininteligibles pero en la somnolencia de sus sentidos, la voz mínima al otro lado ya sonaba familiar. No del todo, sólo algo, un poco. El tono, el timbre de la voz.
Creyó reconocer la voz. Creyó reconocerla.
Un escalofrío se le disparó por el espinazo y la piel de gallina lo sacó del verano santafesino. ¿Estaba seguro o era su imaginación? O, más bien, su deseo.  La voz seguía impasible, minúscula, indescifrable, perdida en el fondo de su teléfono, pero ¿era? ¿Era su voz o el sopor del despertar abrupto, su amor y sus ansias le iban ganando una batalla ladina a la vigilia, a la realidad?
Agitado y bañado en el sudor frío de saber imposible lo que estaba viviendo, toma el teléfono con ambas manos, como para aferrarse, para no dejarla ir. Para que la magia, Dios o el cosmos, no lo separen de esa voz que hace tiempo se calló para siempre dejándole un hueco en el pecho y lágrimas, como las que ahora ruedan por su cara y golpean el teléfono que las recibe con la misma apatía que sus sollozos ahogados.
“Julia…?” logra preguntar como una exhalación entrecortada en medio de la tempestad que gobierna su cabeza y sus sentidos, donde ya todo es y no es, donde parece que por un instante el tiempo que pasó no pasó y que el otro lado solitario del colchón lo invade con calor de piel ruborizada y perfume de cabellos que ahí, atrapado en el teléfono, siente oler de nuevo.
Estremecido y temblando oye más. Oye como el murmullo muta y se hace más claro, oye más susurros apagados y oye por fin el sonido de la inhalación previa a cuando alguien va a hablar.

- “Telefónica de Argentina le informa que usted no ha abonado su últ…”





¿Estás esperando una llamada importante? JODETE. Ni siquiera te llama un tipo para poder mandarlo a la mierda.
Hasta esa satisfacción te quitan...

2 objeciones:

Vale dijo...[Reply to comment]

Súper atrapante!

Students' homework: Writing.
Suggest an alternative ending.

Con todo respeto ;)

Lic. Odiola Rutheena (pronúnciese "Rutina") dijo...[Reply to comment]

I) H.D.P.!

II)"Rechazo el Pulitzer sepanló": H.D.P.II


Atte. y con cariño siempre científico, Lic. O.R.