jueves, 10 de junio de 2010

Pastel de papa / pastel de carne

Indignación, ultraje. Nunca un problema de nomenclatura tuvo tanta incidencia en el día a día del argentino promedio.
En realidad es un caso digno de estudio, tanto desde el punto de vista lingüístico como culinario.
Me refiero sin más dilación al nombre de este plato, propio de la quotidienne cuisine argentina que consta de una preparación de carne picada previamente salteada por lo general junto con cebollas y especias (pudiendo agregar huevo duro picado o ingredientes a gusto), para luego colocar la preparación en un recipiente apto para horno - llámese fuente, por ejemplo - en el cual se puede colocar (o no) una primera capa de puré de papas para luego incorporar el relleno de carne y completar, cubriendo el mismo, con un nuevo nivel de puré del mencionado tubérculo.
Ahora bien, teniendo en claro la composición de dicha comida, cómo puede ser que haya tanta discrepancia en algo esencial: “¿de qué es el pastel?”
Partamos de la base que tanto la doctrina, la jurisprudencia y la población en general es pacífica en cuanto acuerdan que se trata de un pastel. Bien, una menos.
Detrás de esta aparente concordia subyace el quid de la cuestión y para resolverlo se ha dicho, por un lado, que el pastel es de carne mientras que otra facción afirma que es de papa.
Tomando en cuenta que la lógica aristotélica nos legó que “nada puede ser y no ser al mismo tiempo”, resta dilucidar la esencia del pastel y para ello tenemos que responder a una pregunta más filosófica que gastronómica: ¿qué hace “pastel” a un pastel?
Quienes aseguran que es de papa, posición mayoritaria según nuestros estudios, se basan en una cuestión básica y sensorial. Cuando ven el pastel, ven papa, ergo es de papa. Si bien esta postura es ampliamente popular, es fácilmente atacable y se identifica con actitudes conformistas y de pereza intelectual. “Como yo lo veo así, es así”. Peor aún quienes justifican el absurdo mediante una creencia inculcada a través de la crianza: “Es de papa, porque así lo llamaban toda la vida en casa”. Estas concepciones tienden a una somnolencia del indagar, de la mirada critica, y nos conducirán fatalmente al ocaso, decadencia y muerte del espíritu científico humano.
Quienes aseveran que es de carne enarbolan la bandera de que es el contenido o relleno lo que le da nombre al pastel. Postura por demás lógica ya que al compararlo con otras comidas de similar fisonomía (relleno + cobertura o envoltura) es evidente que “lo de adentro” conlleva inherentemente la determinación de la identidad. Pongamos por caso una tarta, comida que también responde al modelo “relleno + envoltura”: la tarta de jamón y queso, es de jamón y queso, porque contiene jamón y queso! Tan simple como suena.
El pastel es de carne porque esa es la esencia, lo que lleva adentro, y la papa es la cobertura que contiene dicho relleno. Las empanadas de pollo, son de pollo porque están rellenas de pollo. ¿O acaso hay alguien que denomine a las empanadas por su envoltura en vez de hacerlo por su contenido? Si así fuera, todas las empanadas serían de “masa” o de “tapa de empanada”.
Para no dejar lugar a dudas podemos finalizar citando como ejemplo un caso que trasciende la comida salada y que pertenece ya a la pastelería: el lemon pie se llama así porque esta relleno de limón, si no sería llamado “pie de merengue” en razón de su cobertura.

Habiéndose expuesto con claridad la situación, se hace evidente el error de la mayoría.
Téngase el presente escrito como puntapié inicial a la Campaña Nacional de Reivindicación del Pastel de Carne (CaNRePCa).

Comuníquese, ratifíquese, hágase cumplir.

Viva el Santo Pastel de Carne, muerte al salvaje pastel de papa.